TODA CLASE DE PIELES
Había una vez hace mucho en un reino muy lejano un rey y una
reina que tuvieron una pequeña princesa, tan guapa o incluso más que su madre,
que hasta entonces había sido la mujer más bella del mundo. Rubia, con ojos
verdes, delgada… como las mujeres más bellas de aquellos tiempos. Además era
buena y cariñosa y todos la querían, y el rey el que más.
Cuando la pequeña nació todos eran felices, pero la reina se
puso enferma al poco tiempo… y apenas podía moverse de la cama y hablaba poco… así
que era el rey el que se encargaba más de la pequeña, todo el rato la cuidaba,
la protegía, jugaba con ella… El rey también se preocupó de su esposa y mandó
llamar a los mejores médicos del mundo con las mejores soluciones y medicinas
para ayudar a curar a su esposa, pero ninguna de ellas funcionaba…
Cuando pasaron algunos años y la princesa era más mayor
todos pensaban que el rey ya no la cuidaría tanto, ni se preocuparía tanto por
ella… Pero como quería tanto a su esposa que no mejoraba, solo quería cuidar a
su niña para que siempre estuviera bien. Se empezó a acercar la edad de que la
princesa se casará así que empezaron a buscar pretendientes de todos los reinos
conocidos. La princesa seguía siendo bellísima, incluso más que su madre. Empezaron
a llegar miles de pretendientes de todas las casas reales que se encontraban
alrededor del mundo, pero a la princesa no le gustaba nadie… y su padre había
prometido que se casaría con alguien antes de cumplir los 15 años.
La princesa llena de pena dejo pasar el tiempo… y llegó a la
edad de los 15 años, el rey como había prometido comenzó a hacer la preparación
de la ceremonia y de la fiesta de prometida. Había emparejado a la princesa con
un príncipe de un rey cercano, para así además conseguir unir sus territorios.
La princesa entonces, le pidió a su padre tres vestidos uno
tan dorado como el sol, otro tan plateado como la luna, y otro tan brillante
como las estrellas. El padre aceptó, y llamo a sus consejeros, sabios y
sastres, para buscar por todo el mundo los materiales para hacer los vestidos
para su hija… con hilo de oro, platino y diamantes. La princesa consiguió
retrasar todo un año, pero llegó el momento y unos meses después estaban
preparados los vestidos. Los vestidos eran hermosísimos y ella estaba tan
preciosa como siempre, y pensó que ojala fuera el príncipe de sus sueños la que
la viera con ese vestido...y no el desconocido con el que tenía que casarse.
Pero tuvo otra idea, y le pidió otro regalo… un abrigo de
toda clase de pieles de los diferentes animales que existían, y así sería un
abrigo único. Y los cazadores del reino se pusieron en marcha, tardaron un año
pero volvieron a conseguir el material y a hacer el abrigo de la princesa. Eran
tan grande y largo que la princesa podía esconderse bajo el. No se le veía la
cara, ni las manos, ni los pies… Llegado este momento el padre dijo que debían
poner fecha a la boda, y la princesa le dijo que prefería que fuera al día
siguiente que estaba cansada…
Y cuando llego la noche y todos en palacio dormían cogió sus
vestidos, una cadena de su madre de la que colgaban una rueca, un anillo y una
virgen, y huyó. Se escondió bajo el abrigo de toda clase de pieles y se pintó
manos y cara para que no se la viera en la noche.
Fue viajando durante
las noches durante mucho tiempo y escondiéndose por el día hasta que llegó a un
reino bastante lejano, en el que en los bosques cercanos unos jóvenes la
confundieron un animal y tuvo que descubrirse para que no la dispararan.
Pareció una mendiga, pero los jóvenes la llevaron ante el príncipe, y ella no
contó quien era ni como se llamaba… solo decía que era toda clase de pieles. Y
allí la cuidaron, lavaron, vistieron, la dieron de comer… Y el cocinero y el
príncipe decidieron que se quedara en las cocinas, y comenzó a aprender las
diferentes tareas que tenían que hacer, que el cocinero le enseñaba. Ella nunca
se quitaba el abrigo, nunca le habían visto el pelo ni la cara.
Un día en palacio se comenzaron a preparar unas grandes
fiestas para que el príncipe eligiera a su prometida. Y toda clase de pieles
tenía mucho trabajo porque tenía que preparar mucha comida, pero consiguió
permiso para salir a ver los vestidos y bailes… aunque solo por un rato. Ella
fue rápidamente a cambiarse y arreglarse y se puso el vestido tan dorado como
el sol, entonces apareció en la fiesta y todo el mundo la miraba, e incluso
bailo como el príncipe, pero tampoco le conto quien era. Y al poco tiempo tuvo
que irse, volvió a por su abrigo y fue a las cocinas, preparó el caldo del
príncipe, que se tomaba todas las noches y
se lo subió a su habitación. Antes de irse dejo algo en su caldo, la
figurita de la rueca, y el príncipe no entendía de quien era eso. La siguiente
noche fue muy parecida a la primera, pero este día se puso el vestido tan
plateado como la luna y bailaron casi toda la noche juntos. Y dejó en el caldo
la figurita de la virgen. Y el príncipe comenzó a pensar que no era casualidad,
así que se fue a las cocinas, a preguntar quien había hecho el caldo tan bueno
que había tomado esos días y el cocinero dijo que fue él.
Llegó el último día de la fiesta y toda clase de pieles pudo
ir, pero hoy tenía menos tiempo, había más trabajo que nunca. Corrió y se fue a
por el vestido tan brillante como las estrellas, esta noche también la pasaron
juntos. Pero no pasó nada y tuvo que irse, aunque no le dio tiempo a pintarse
la cara y las manos de nuevo. Otra vez hizo el caldo y se lo llevó al príncipe,
y dejó el anillo que era lo único que le quedaba. El príncipe se lo tomó rápido
y le dijo que esperara para llevárselo.
Cuando vio el anillo le pregunto a toda clase de pieles si era suyo, y ella lo
negó, entonces él le cogió la mano y le dijo que era el compañero del anillo
que él mismo le había puesto durante el baile, confesó que estaba totalmente
enamorado de ella, y que no había conocido persona tan bella y buena nunca, y
que quería que fuera su esposa, ella aceptó y bajaron juntos al baile donde se
la presento a todos. Al poco tiempo se casaron y tuvieron hijos, y durante años
fueron las personas más felices del mundo.
Muy bien. Deberías haber cambiado la figurita de la rueca (que los niños desconocen) por algo más cercano a ellos (un pájaro, una flor, un corazón...)
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